
Su amor fue tan intenso que les dejó con agujetas en el corazón. No estaban acostumbrados a usarlo, eran dos personas racionales, demasiado cerebrales para parecer personas humanas, muchos les decían que carecían de sentimientos y de emociones que solo sabían racionalizar las cosas.Pero ahora por primera vez todo era distinto, se habían encontrado por casualidad, por puro azar, aunque ninguno de los dos creyera en él, solo daban credibilidad aquello que podía ser demostrado empíricamente, nunca dejaban nada al destino; pero esta vez el azar había jugado sus cartas él solo, sin cálculos de posibilidades, ni leyes matemáticas y había propiciado su encuentro.Desde que se cruzaron en el amplio vestíbulo del centro de convenciones se produjo entre ellos una descarga eléctrica capaz de producir un apagón en la ciudad de New York. Se habían mirado solo una fracción de segundo, el tiempo necesario para darse cuenta de que su cerebro se paralizaba, dejaba de responder a sus miles de preguntas y tomaba el relevo un músculo para ellos casi desconocido, o al menos del que solo conocían una faceta, el corazón, aquel diminuto órgano que servía para bombear la sangre de su cuerpo, para mantenerles en vida y que de repente parecía haberse vuelto loco y querer salirse de su cavidad. No lo entendíanFue la décima de segundo más larga de la historia, o al menos de su historia, un espacio de tiempo que parecía perder todo contacto con la realidad, era como si hubieran entrado en una realidad paralela donde los conejitos rosas brincaban en medio de corazones saltarines, las margaritas se deshojaban solas y los pájaros entonaban melodías de amor, aunque eso último solo lo supusieron pues nunca habían oído una.Cada uno siguió su camino, sin volver la vista atrás, pensando en que en el vestíbulo debía de flotar alguna partícula extraña que les había cambiado el comportamiento. Llegaron a sus respectivas mesas y abrieron sus maletines... en cada uno de ellos había una nota en papel perfumado donde unas letras rosas en cursiva decían “el corazón tiene razones que la razón no entiende”, arrugaron la nota y la tiraron a la papelera más cercana pensando que todo ello no podía ser más que un broma pesada.Desde aquel día algo cambió en su interior, algo era distinto y es que a parte de las agujetas normales de las horas de gimnasio tenían unas de muy extrañas que no se iban nunca, tenían agujetas en el corazón.
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